Marchas cicloturistas

Marchas cicloturistas

Cuando el problema es elegir

El cicloturismo podría ser considerado el kilómetro cero del ciclismo. Es el primer uso de la bicicleta, el inicial. Esos paisajes de infancia son muchas veces sobre una bicicleta, endeble, vieja, a veces, pero siempre entrañable. ¿Quién no ha descubierto lugares nuevos en bicicleta? Fuera, en una tarde de verano, de esas en las que el sol se resiste a apagarse, un fin de semana de invierno, abrigado hasta los morros. Sea cuando sea, en bicicleta esos descubrimientos se trenzan en nuestra memoria, nos persiguen para siempre. Y esos recuerdos son el primer cicloturismo, la base por la que un día decidimos volver a coger una flaca y salir a explorar, conocer y evocar sitios que nos atraen, por lo que sea, por la cultura, la belleza, la leyenda que envuelve el lugar o el mero placer de salir y correr un rato.

El cicloturismo, hoy

De aquellas brasas, de esa pasión, surge el cicloturismo actual, entre personas que mantienen intacto el cariño por la bicicleta y los caminos que te abre. Fruto de eso ha surgido un calendario denso y nutrido de numerosas marchas, eventos y demás saraos cicloturistas cuya criba ya es un Tourmalet en sí. Sondear cualquier calendario cicloturista da la medida de la cantidad y calidad de marchas, para todos los gustos, más o menos dudas, más o menos multitudinarias. Si a estas alturas de siglo XXI cada gran ciudad tiene su maratón, cada zona cuenta con una o varias machas cicloturistas, que generan un impacto tremendo allí por donde pisan. El calendario, como decimos, es denso, y conviene tener muy claras dos cosas para marcar la agenda. La mayoría de marchas importantes suceden a la primavera, siendo los meses de mayo a julio, los más poblados siendo un galimatías poder organizarse.

Elegir una marcha exige sinceridad con uno mismo

Este periodo es el más ocupado de todo el calendario. Dada la cantidad de oferta conviene, volvemos sobre ello, tener claros un par de aspectos. Por un lado hay que ser realista y muy consciente de lo que hay. Saber qué nivel de entrenamiento y qué exigencia se puede asimilar son la madre del cordero. El cicloturismo es placer, y también implica un importante desembolso en material como la bicicleta de carretera, traslados y alojamiento, por eso cualquier decisión mal tomada sobre una marcha puede arruinar el fin de semana perfecto. Por ejemplo, un pipiolo que se inicie en las marchas y no quiera tocar el cielo a la primera tiene pasos intermedios y además muy bien marcados, porque las grandes marchas acostumbran a tener versiones, que si la larga, con desniveles acumulados bestiales, la media y la corta.

Una opción buena es una versión de unos cien kilómetros y un par de puertos con desniveles que no se vayan más allá. Puede quedar en unas cuatro horas de salida, que aseguran diversión y cansancio a partes iguales, que viene a ser la alquimia del buen cicloturista. Irse a 150 ó 200 kilómetros son palabras mayores, y no vale con salir al “tran tran” e ir haciendo, conviene entrenar más duro, estar más preparado y saber del “oficio”, cosa que como casi todo en la vida no viene con el carnet de ciclista. Casi todas las marchas en España tienen un eje, el reclamo montañoso, desde los Lagos, al Angliru, pasando por Guadarrama, los Pirineos, en mil y un formatos, entrando y saliendo en Francia o en Andorra. Ser cauto es el primer paso. “Cualquier marcha sirve para iniciarse, salvo la Quebrantahuesos” nos cuentan, pero no hay problema, la oscense es una marcha que tiene versión más corta para los no iniciados, quienes además podrán sumergirse en la marcha de las machas en este lado de los Pirineos. Por eso las cortas merece la pena valorarlas y no dejarse llevar por euforia de una salida buena. Si hay trabajo y familia, el medio fondo es una opción igual de heroica y digna para contar a las amistades. Cualquier versión larga merece respeto y la certeza que habrá que trabajar duro y sacar tiempo de debajo de las piedras para llegar al kilometraje mínimo y el fondo necesario.

La fiesta del cicloturismo

Otra cuestión importante, circular en grupo y no ser un estorbo. Puede sonar brusco, incluso fuerte, pero las marchas se entrenan en solitario o en pequeñas grupetas, pandillas de toda la vida, del barrio, en las que cada rueda se conoce como una misma. En la marcha, carretera por lo general a tráfico abierto, la cosa cambia. Hay que circular en la panza de un grupo, ser uno más, guardar distancia, no cortar al de atrás. La cantidad de gente, los embotellamientos en los primeros kilómetros, son factores a considerar: todo son frenazos, giros, cambios de ritmo y a veces, por desgracia, montoneras. Si el trazado es exigente, tenemos que estar seguros del desarrollo, casi tanto como de la alimentación. Un compact es una opción viable delante, con un 54 y 34 delante, con un 28 como máximo atrás. Subir a molinillo no es un desprestigio y facilita evitar visitas inesperadas: los calambres y la pájara de toda la vida. Siendo consciente de lo que es uno, de lo que puede llegar, la experiencia del cicloturismo puede ser el plan perfecto para un fin de semana o unas vacaciones. El ambiente antes, durante y después lo es todo. Pero no sólo eso, el camino hacia el objetivo, hacia el día D, esa marcha que está marcada en rojo en la mente. Ese entrenamiento, esos huecos en el día a día, eso tampoco tiene precio.

Las grandes marchas

Como dijimos la Quebrantahuesos es cada mes de de junio la prueba estelar del calendario español de cicloturismo, al margen de ser una de las citas fijas en los almanaques internacionales. Su recorrido con salida y llegada en Sabiñánigo entra en Francia por Somport y vuelve por el Portalet, tras pasar por el Marie Blanque. Es la prueba por excelencia y a la que todo buen cicloturista puede aspirar correr un día. De hecho, el tiempo que se hace en la Quebrantahuesos supone muchas veces el carnet de presentación entre los cicloturistas, siempre con ese gusanillo competitivo merodeando. La Quebrantahuesos entra en una tierra de cicloturismo auténtico, Francia, el lugar de los grandes puertos alpinos, con pruebas de larga trayectoria y dimensiones que se toman como el espejo donde mirarse: la Marmotte, por ejemplo, con los colosos del Tour en el menú. Allí hay un concepto muy arraigado del cicloturismo, Francia fue cuna de esta modalidad, entendiéndose como un momento de compañerismo y complicidad para con el otro en medio de los circos alpinos. El esquema clásico de marcha, como el de la Quebrantahuesos, se extiende por casi todos los fines de semana del año, a partir que el sol calienta y el frío queda en el armario con la ropa de abrigo. Sin embargo, los formatos evolucionan, y se buscan otros atractivos que ponen en el cicloturista el siempre anzuelo perfecto de imitar a los pros. Marchas en las que se introducen muros, como los de la Lieja, o marchas con algo de tierra. También las pruebas que recuerdan mitos que te reciben en la salida como Perico en Segovia, Indurain en Villaba o Carlos Sastre en El Barraco. Marchas con el título de memorial nos recuerdan figuras cuyo cariño guardamos para siempre en el recuerdo: desde Antonio Martín a Ricardo Otxoa.

Competiciones que cobijan marchas

Se imponen, a otro nivel, retos de quilates como los puertos andorranos con Purito de guía o la Mallorca 312, pruebas de dureza y kilometrajes que hablan de cuánto han cambiado las cosas y por donde va el nivel. Luego están las cicloturistas de las grandes carreras, que aprovechan esa mezcla de mística y heroísmo del lugar para atraer ciclistas de medio mundo. Destinos como Flandes, como cualquier rincón italiano que destila leyenda y ciclismo añejo, pero ojo que hay que tener en cuenta el lugar y sus peculiaridades, la París-Roubaix cicloturista es un buen sitio para rodar, pero sabiendo que el castigo que sufren los pros no es gratuito y si se impone cierta exigencia la experiencia puede ser de todo menos placentera. La Gran Fondo San Remo se realiza el día después de la gran clásica italiana, son cien kilómetros raspados e incluye el atractivo de subir el Poggio, la Cipressa e incluso la Pompeiana, esa ascensión programada un año que no se hizo entre los pros por desprendimientos a causa de la lluvia. Porque el reclamo de las grandes carreras es un buen anzuelo: Lieja-Bastogne-Lieja Challenge o la Amstel Gold Race, una fiesta de ciclismo a la holandesa. L´ Etape du Tour marca una de las etapas de la mejor carrera en el calendario de miles de cicloturistas. Hasta la París-Nice Challenge, que no es más que una jornada con salida y llegada en Niza, incluyendo varios tramos cronometrados.

El ciclismo vintage es lo más moderno

En este sentido conviene hacer un punto y a parte en un tipo de celebraciones ciclistas muy singulares. Si en Lieja, Niza, Roubaix o San Remo fue primero la competición antes que la marcha, en el caso de la hoy llamada Gran Fondo Strade Bianche, la cosa va al revés. Todo surgió el día que alguien en la Toscana creó la llamada Eroica, un nombre que entre ciclistas de toda la vida suena a gloria. La marcha tuvo unas primeras ediciones que se distinguían por tramos de tierra, las “Strade Bianche”, carreteras blancas toscanas por medio de villas, atravesando suaves colinas y marcadas por elegantes filas de cipreses. De la marcha, de la celebración lúdica de ciclismo surgió la carrera, la que hoy es la Strade Bianche, una carrera que acaba en lo alto de Siena, en Il Campo, y compite con grandes monumentos de toda la vida. A raíz de la Eroica surgió un tipo de ciclismo que tiene numerosas réplicas en Europa, haciendo fortuna especialmente en España. Son marchas de ciclismo vintage, la excusa perfecta para sacar esa bicicleta de los ochenta, con rastrales y cables por fuera, vestir maillots antiguos y calzarse una chichonera. En España, como decimos, hay varias muestras, como la Pedals de Clip, que surca los viñedos del Penedés, por medio de caminos vecinales, o la Eroica Hispania, un fin de semana ciclista en Cenirero, La Rioja, que reúne nostálgicos de un ciclismo que muchos tienen muy presente, ese ciclismo casi de orfebrería, con participaciones muy comedidas, paradas en el camino, avituallamientos muy alejados del gel y los frutos secos y una interrelación con el territorio que devuelve al cicloturismo a los primeros tiempos.

Ese primer cicloturismo

Porque el cicloturismo actual no tiene nada que ver con sus orígenes, cuando la propia palabra ciclo + turismo era la esencia de la actividad. La irrupción de la bicicleta en la sociedad del siglo XIX, una sociedad agitada por cambios radicales y la tecnología. Aquellas personas acogieron la bicicleta como elemento de modernidad, por las calles, y la emancipación de la mujer. En esos tiempos, surgieron los primeros clubes entendidos como tal, surgiendo las excursiones semanales, una suerte de semilla de las marchas actuales. El cicloturismo como tal siempre ha estado vinculado a la carretera y muy beneficiado de las grandes estrellas de los años cuarenta y cincuenta “la belle époque” de los Bartali, Coppi y compañía que popularizaron enclaves y puertos entre la gente que seguía sus gestas por una prensa que creció al calor de las grandes gestas. Con los años, con la evolución del ciclismo, el foco se abrió a otras modalidades como la bicicleta de montaña, auténtico hervidero de aficionados que combinan ruedas gordas y finas o sólo BTT. Porque tras todo lo dicho conviene señalar cuál es el concepto clásico y genuino de cicloturismo como actividad física de ocio, no competitiva sin otra finalidad que el ocio, el turismo y la cultura. Se puede hacer solo o en grupo y favorece las relaciones sociales y el conocimiento del entorno. Eso es cicloturismo en su sentido original. Eso fue la teoría, ahora es otra cosa o lo que cada uno quiera que sea, aunque el placer de la bicicleta siga vigente y sea compartido por todos.

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