Que el frío no te quite las ganas de bicicleta

Que el frío no te quite las ganas de bicicleta

El invierno por estas latitudes no es algo que llame a la puerta, su educación dista mucho de la que nos inculcaron nuestros abuelos. Un día, de buenas a primeras, se instala, en el salón de nuestras vidas y nos recuerda las no pocas fragilidades que tiene la vida del ciclista. El frío encoje, quita las ganas y poco menos que te empuja puertas hacia adentro. Pero aquel tópico de las bicicletas y el verano creemos que es caduco. Hoy casi todo, es para casi todos los días del año. La bicicleta no es una excepción. Los entrenamientos de invierno sirven para crear la base del año, midiendo los esfuerzos conscientes de que la temporada es larga, muy larga.

El invierno es para compensar

Aunque la frase pueda parecer ambigua, el término “compensación” puede ser el resumen del perfecto invierno para un ciclista. El año es largo, tiene altibajos, a veces se convive con la euforia, otras se saborea el tedio. La bicicleta, esa gran amiga que en ocasiones matarías por ella y en otras la matarías, directamente. El invierno es para hacer un reset.

En el trabajo de gimnasio no va mal ganar cierto tono muscular donde no lo tienes para que cuando vuelva el verano, tires de esa musculatura para adelgazar y afinar. Si eres proclive a coger peso, no interesa pasarse con las pesas. Caminar por ejemplo va muy bien. Una cosa muy interesante es la altitud. Puede ser un momento muy bueno para irse a altura y oxigenar. Sierra Nevada o Font Romeu son sitios privilegiados. Los deportes de invierno son muy compatibles con la bicicleta porque no hay impacto, hablamos de esquí de fondo, de raquetas… trabajos óptimos y además oxigenas.

La cadencia en la pista

Tres semanas, mínimo, son recomendables sin bicicleta. El retorno a la misma no debería ser directamente por la carretera, hay opciones intermedias y muy atractivas.

Algunas claves sobre la ropa

Dependiendo de la edad, la bicicleta se deja de lado más o menos tiempo. En pros es muy poco. Los jóvenes cuanto más tarden en coger la bicicleta, mejor. Nunca tenemos que mirar lo que hacen los pros, nunca hay que acortar los tiempos, porque se sobreentrena, un error de calado. De vuelta a la ruta: que las temperaturas impriman respeto es fundamental para evitar experiencias desagradables. Sobre la máquina la sensación de frío se dispara e iniciar el descenso de un puerto a cero grados puede parecer menos dieciséis si se va a cuarenta por hora. El cuerpo cae a plomo, las manos no responden, hasta frenar se torna un suplicio. Por este motivo, vestir la ropa de ciclismo adecuada es de vital importancia.

Por debajo, en la primera capa, una buena prenda ajustada al cuerpo, solapada a la piel. Una pieza ligera pero sólida, de buen tejido, ajustada, cómoda, que transpire lo justo para no quedarnos helados en los momentos que esa parte del cuerpo no se ejercita. Hablamos de un ajuste máximo, que aleje la sensación de humedad porque en el fondo no deja que el calor corporal se pierda en la estela de la ruta. Encima la pieza intermedia, una prenda que se complemente con la primera capa, que siga los parámetros de ceñidura de la anterior, pero que tenga si cabe algo de volumen y grosor, una opción complicada de resolver a veces, pero que tiene interesantes opciones. Capa uno y capa dos deben funcionar como una opción, ceñidas sí, pero dando margen de movimiento, permitiendo desarrollar la actividad sin incomodidades. Otro aspecto importante, que se sequen rápido, que eviten las humedades, cómplices de resfriados y males mayores para quienes se prodigan en la intemperie invernal. Las características van en el género, su trenzado, sus materiales y acabados. La elasticidad se vincula mucho a la calidad térmica de la ropa y por ende a la proporción de materiales utilizados.

La guinda, la pieza exterior, el “traje de faena” para muchos, lo que se ve, pero sobre todo lo que marcará la diferencia. Hay de todo como en la viña del señor, nosotros sabemos de ciclistas que aman la lluvia, incluso con esos peligros que se le suponen, de caída, de pinchazo, aunque por lo general hay quienes no tienen especial aprecio por el líquido elemento, y qué decir si lo que cae es agua helada, es decir nieve. Conscientes de que puede pasar de todo en una salida, sobre todo en esas zonas en la que el tiempo es un péndulo y varía hacia un lado u otro a cada minuto, es interesante llevar una pieza recia por fuera. Pero incuso diría más, si existe la certeza de que el cielo va a descargar sobre vuestras cabezas durante el trayecto, hay una variedad de chubasqueros de una capa que son auténticos aislantes, que permiten guardar calor por dentro y resbalar el agua por fuera, una maravilla que no ocupa nada en un bolsillo trasero y que en la mano pesan lo que un folio de papel. Así de sencillo. Los tiempos de los chubasqueros de plástico quedan en la retina. Aquellas fotografías en las que nos veíamos horrendos, con auténticas bolsas de aire saliendo por doquier, desafiando las leyes de la aerodinámica, cociendo al que llevaba la prenda en los tramos llanos y de subida. Aquello es historia, fotografía de recuerdos, como otras muchas cosas, como muchas de las fotografías de grandes campeones como Hinault, Ocaña o Merckx practicando ciclocross por las campas de media Europa cuando la competición de carretera invernaba. Hoy los grandes nombres se ciñen al plan del equipo, concentraciones a full y excels marcando la hoja de ruta. Y es que, a diferencia de entonces, hoy en día podemos pensar en clave bicicleta los 365 días del año.

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