Con el ciclocross, el ciclismo vuelve a sus orígenes

El ciclismo dicen, decían, que es para el verano. Pero nada más lejos de la realidad, con las hojas muertas que se posan cual alfombra sobre el asfalto, nacen otros ciclismos, no necesariamente de carretera, pero sí en otras superficies y parajes. Son ciclismos bajo techo, por ejemplo, la pista, en la temporada de seis días, carreras de velódromo que se corren en enclaves de la tradición de Gante, Londres o Berlín, reuniendo lo mejor del piñón fijo. La Copa del Mundo que comienza. Pero hay otro ciclismo, más íntimo, en contacto con la naturaleza, entre bosques, laderas y verdes prados. Ese ciclismo se llama ciclocross, es la modalidad de invierno, la que quizá un día, esperemos verlo, llegue a optar a unos Juegos Olímpicos. Ver ciclocross es ver las raíces mismas del ciclismo, de ese uso bélico de sus principios, cuando algunas tropas se transportaban sobre ruedas, y de circular por parajes intransitables que ponían a prueba las habilidades del ciclista y la calidad de la máquina. El ciclocross no engaña.
Pero, ¿qué es el ciclocross?
Si nos pedís una definición académica del ciclocross, quizá no estemos en el mejor sitio para expresarla. Porque el ciclocross es barro, hierba, sudor, frío, ambiente cargado, contacto con el público, naturaleza, giros bruscos, subidas imposibles, tablones, escaleras... El ciclocross es la suma de todo eso y amor intimo por la bicicleta, quebrada por mil situaciones y el dolor del ciclista que exprime el límite casi desde poner un pie en el circuito. Porque el ciclocross se compite en un circuito, balizado y cerrado con cintas que marcan el paso de los corredores y ponen límite a una afición que, en estos terrenos, es realmente feroz, por ruidosa, animosa y sobre todo cercana. El ciclista puede oírles, sentirles, casi oler su aliento.
Conviene ver las multitudes que se arman en Bélgica, especialmente, con una tradición que habla de los domingos al mediodía, contacto con la familia y los amigos en la liturgia, casi sagrada de ir a una campa cercana a ver rodar especialistas en el manejo del ciclocross. Jornadas gélidas, de sol ciego que no calienta, pero de almas entregadas a la pasión de la bicicleta. Tenido por modalidad individual, el ciclocross se erige como la suma de esfuerzos entre el corredor, foco de todas las atenciones, y su equipo de colaboradores. Resulta especialmente importante el de los mecánicos. Cuando el terreno se vuelve pastoso y pesado por el barro y la porquería, el cambio de bicicleta, muy sucia con el paso de las vueltas, es casi tan importante como el tener una buena condición física. La limpieza y puesta a punto de las bicicletas de ciclocross es la clave para rendir en los mejores circuitos.
El mundo del ciclocross
La exigencia máxima para los corredores de ciclocross se halla en el Campeonato del Mundo, la carrera por excelencia, siempre a celebrar en algún fin de semana de finales de enero, o inicios de febrero, especialmente en el norte de Europa, aunque la competición dio el salto no hace mucho, celebrándose en Estados Unidos. El Campeonato del Mundo de ciclocross es el heredero de varias competiciones, entre ellas el Critérium Internacional de ciclocross, que allá por los cuarenta enfervorecía las masas ávidas de emociones tras los desastres de la gran guerra. Ya en los cincuenta arrancó el mundial como tal y desde entonces supone el gran día de la modalidad ciclista de invierno. Si el mundial es el premio que todos quieren, ahí está el valor icónico del arcoíris, como leemos uno de los símbolos más potentes del ciclismo, las mangas de la Copa del Mundo repartidas por todo el invierno ponen en juego la corona de la regularidad, si bien la bolsa de premios que se cotiza cada fin de semana hace que rankings como el Superprestigo o el Trofeo GVA, patrocinado por el diario con sede en Amberes, sean carreras de mucho nivel. Cada fin de semana el buen aficionado al ciclocross tiene una cita, o dos, con la cadena televisiva Sporza, la belga de deportes, que hace despliegues enormes para seguir las estrellas de una modalidad que allí son auténticos dioses.
Wout Van Aert y Matthieu Van der Poel
Los últimos años de ciclocross han propiciado un choque de trenes con nombre y apellidos. Por un lado, Wout Van Aert, serio y tímido chico flamenco que vuelva hacia la historia, con tres mundiales en su haber y una eclosión en la carretera que no sólo le ha situado en lo más alto, también ha puesto el nombre del ciclocross en el ideario de muchos aficionados que creían que el ciclismo se reducía a la carretera. Al otro lado, tiene su alter ego, gran rival y ciclista dotado de un talento infinito: Matthieu Van der Poel, el corredor neerlandés que fue una vez campeón del mundo pero que cuenta sus duelos con Van Aert con numerosas victorias. En el haber de Van der Poel reside una polivalencia extraordinaria, al punto que además de ciclocross también triunfa en carretera y se postula como uno de los favoritos al oro olímpico de MTB, sí MTB, donde ya es vigente medalla de bronce en el mundial. Van Aert y Van der Poel son dos fenómenos que marcan el presente pero que beben del pasado que cimentaron nombres como Lars Boom y Zdenek Stybar, corredores en equipos World Tour de carretera que un día fueron campeones del mundo de ciclocross.
Los nombres del ciclocross
Sin embargo, detenerse en Van Aert, Van der Poel y compañía sería hacerle un flaco favor a la fecunda historia de más de medio siglo de campeones de ciclocross. En un primer peldaño, figura el garante de un apellido mítico en la historia del ciclismo, De Vlaeminck. Si Roger es considerado por los tiempos “Monsieur Roubaix”, Eric tiene más mundiales que nadie, siete, haciendo que el Bélgica se reverencie su historia y legado. Eric De Vlaeminck empezó y acabó su dominio en España, entre Vera de Bidasoa y Beasain. En la historia hubo más belgas de largo poso como Roland Liboton, Erwin Vervecke, Bart Wellens y Sven Nys, sobre todo Sven Nys. Porque si el ciclocross tiene un nombre, la quintaesencia, ése es Sven Nys, un corredor que sólo fue dos veces campeón del mundo, sólo dos para un reinado que comprendió todos los triunfos, todos los títulos, todos rankings por quintuplicado, sextuplicado... Sven Nys no sólo es estadística, con ella ya abruma, es también arte, elegancia sobre la máquina, haciendo del ciclocross una forma de vida, nunca mejor dicho, pues no se dedicó a nada más, salvo apariciones esporádicas en carretera y MTB. Su forma de correr casi sin esfuerzo, su forma de trazar, de saltar los tablones sin apearse de la bicicleta...
Sven Nys es ciclocross, con mayúsculas y sin cortapisas. Estos días Van Aert y Van der Poel pelean por la excelencia que alcanzó el de Baal. Más que difícil, lo tienen imposible, porque su rivalidad enconada limita sus estadísticas, además cantos de carretera llaman a sus puertas. El ciclocross les dio la fama, la carretera, posiblemente, el dinero.
Ciclocross en clave española
Sven Nys fue protagonista de varias de las ediciones en las que Igorre, población vizcaína, estuvo en la Copa del Mundo de ciclocross. Y es que, aunque España no sea una potencia en la modalidad, como lo es en otras como la carretera, lo cierto es que hay una fecunda e interesante historia de la disciplina en este lado de los Pirineos. Así las cosas, hay que irse a los años veinte para ver que en Barcelona se hicieron las primeras carreras de ciclocross, entonces llamadas ciclopedestres, aglutinando no poca gente y gran interés en los medios. La historia prosiguió con la celebración del primer Campeonato de España que se llevó Joaquin Iturri. La gran cita del ciclocross español tuvo por eso dos grandes nombres José Luis Talamillo y David Seco, ambos seis veces campeones.
Pero esta historia no sería completa si se obviara el papel de grandes figuras como José María Basualdo, Ignacio Mayora, José María Yurrebaso, Fran Pla y Paco Sala, un pionero también del MTB a nivel español. Señalar en este sentido que el mejor resultado de siempre de un “crossista” español lo firmó Jokin Mujika, buen escalador en carretera, que llegó a ser subcampeón del mundo juvenil, muchos años antes que Felipe Orts pisara otro podio, el de sub 23, hace tan sólo dos temporadas. Felipe Orts, plata entonces, es la punta de lanza del ciclocross español. Un ciclocross que, aunque no es puntero, desde hace unos quince años vive buenos momentos, los mejores en mucho tiempo. La representación nacional en grandes competiciones se incrementa, los resultados llegan muy poco a poco, pero sobre todo lo más importante es que cada fin de semana de octubre, noviembre, diciembre y enero la geografía ibérica se llena de pequeñas manchas donde se celebra una carrera de ciclocross, donde una campa concita un buen número de público al calor de una caravana que vende patatas fritas, mecánicos que corren achuchados por sus ciclistas y voluntarios que balizan un bosque. Así las cosas, el ciclocross se convierte en feria de amantes del ciclismo y trasiego de máquinas para arriba y para abajo que recién salidas del reparador manguerazo vuelven al circuito para soñar con el piloto por los mejores días.
La bicicleta de ciclocross
A caballo entre el MTB y la carretera, la bicicleta de ciclocross bebe de ambas para sacar el mejor rédito al complejo arte de volar por entre mechones de césped y surcos de barro. Su aspecto es similar a la bicicleta de carretera, incluso por tener el mismo manillar. Sin embargo, varía algunos aspectos de la geometría y el hecho de que acostumbra a tener el cableado por fuera y por encima del cuadro. Aunque los frenos cantiléver han sido los habituales, los frenos de disco se han impuesto, como no podía ser de otra manera. También se estilan desarrollos cortos que permitan salvar desniveles salvajes y violentos.
Del ciclocross al gravel
En la evolución del ciclocross, cruzando su camino con las salidas largas y la necesidad de tener una bicicleta que se adapte a diversas superficies, nos encontramos con las bicicletas de gravel. Aunque no es lo mismo, sí podemos asegurar que la bicicleta de gravel se inspira en la de ciclocross. Y tiene su lógica, en la búsqueda de la “navaja suiza” de las bicicletas, el gravel se plantea como el último paso para ir por donde al ciclista le plazca. Con aspecto de bicicleta de carretera, el gravel no te permite rodar cómodo por los circuitos revirados de ciclocross, no al menos para poner el cuerpo al límite y entrar a morir en cada curva, sin embargo, el gravel es la opción más lógica para quien no se centra en la competición.
[vc_video link="https://www.youtube.com/watch?v=X_U5hD9R4qs" title="Bicicleta de gravel VOTEC VRX"]El gravel es una evolución, como decimos, de la máquina de ciclocross, pero ofrece más opciones, no tiene el nervio ni el impulso de la pieza de competición, pero sí la consistencia de una bicicleta fiel que se adapta a las necesidades de quien quiere su bicicleta para rodar y rodar, descubriendo mundo y abriendo paisajes. La horquilla del gravel es amplia, tanto como el ciclista quiera disfrutar. Puede tomarla por la ciudad, “hacer barrio”, recados cercanos, salir por pistas, por caminos de tierra que las grandes ciudades tienen en sus anillos como también rutas, grandes rutas. Hay gravel adaptado a todas las necesidades, máquinas que lucen preciosas adaptadas a todo tipo de complementos para grandes trayectos, retos personales, itinerarios vitales, con todo tipo de aportes y complementos que permiten el acople de alforjas y mochilas. El gravel es la consecuencia del ciclocross, no son lo mismo, pero es la mejora del primero plasmada en un ciclismo democrático y moderno al alcance de todos, como el ciclocross de los primeros tiempos, que llegaba a todos lo rincones y estaba en la mano de todos los niños que un día soñaron montar una bicicleta.